María José Cumplido, autora de Oro Triste, diarios feministas de obreras chilenas: “Fueron las que tuvieron acceso a leer y escribir, y eso ya era suficiente para armar una revolución” 

Como en sus libros anteriores, la historiadora en su nueva investigación titulada  Oro Triste: diarios feministas de obreras chilenas (1905-1908), destaca el rol de las mujeres en las demandas y avances en la política de principios de siglo XX, específicamente en el mundo laboral. Publicado por Editorial Neón, la autora comenta cómo fue el proceso de recopilación de estas columnas y las reflexiones que surgen a partir de su lectura. 

Por: Natalia Figueroa de Revista La Lengua

Este libro es una revisión a la historia de hace un siglo atrás en clave de género, tiene un gran valor archivístico, cuéntame sobre la recopilación de este material, ¿cuándo comenzaste? 

Partió hace más o menos diez años atrás cuando empecé a trabajar como editora en Memoria Chilena, en la Biblioteca Nacional. Ese proyecto tiene como base la digitalización del patrimonio documental y, dentro de eso, estaban los periódicos obreros La Alborada y La Palanca. Desde ahí, siempre quise publicarlos porque me parecía que lo que aprendemos en el colegio respecto a la historia, siempre ha estado muy sesgado en términos cronológicos, en qué personaje estudiamos o en qué personaje admiramos. Es una deuda que tenemos hasta el día de hoy.
¿Qué revelan estas columnas?

Un feminismo obrero, un feminismo de izquierda, un feminismo marxista que, a mí parecer, constituye la base intelectual y política de lo que uno pensaría que es un feminismo de izquierda. Eran mujeres que no estaban preocupadas de los derechos políticos, como Elena Caffarena con el voto femenino, sino de que el Estado resuelva las polémicas entre las mujeres y el trabajo. Entonces, hablan de la doble carga laboral, de ser madres y trabajadoras, de la equidad salarial, pelan a los maridos porque se gastan la plata en copete y no hacen nada, esas cosas. 

¿Qué agrupaciones de mujeres están presentes en los textos? 

Hay de fábrica, en general, de todo tipo: desde tipógrafas hasta mujeres que trabajaban en vestuario. Hay cierta conexión con las mujeres del norte, las que trabajaban en las salitreras. También es un perfil raro para esa época porque no eran muchas las mujeres que llegaban. Las mujeres seguían trabajando en la prostitución, en el servicio doméstico, en lavanderías. Es la primera vez en la historia de Chile que las mujeres pueden hablar sobre su experiencia. Fueron las que pudieron tener acceso a leer y escribir, y eso ya era suficiente para armar una revolución. 

Sobre la revisión de estos archivos, ¿cuál era el alcance que tenían los diarios? ¿pudiste trazar el recorrido que tuvieron? 

Sí, fueron dos periódicos hechos a pulso que no tuvieron alcance nacional. Se movían dentro de las agrupaciones feministas ligadas al trabajo. No tengo ninguna certeza de que intelectuales feministas, que ya estaban hablando del voto, los hubieran leído. Pero lo que sí sé es que el Movimiento Obrero los revisó. Por lo menos conoció a las dos líderes de estos diarios, que eran Carmela Jeria y Esther Valdés. Ahí también hay algo muy interesante que tiene que ver con que la izquierda en esa época apoyó mucho menos las demandas feministas que los partidos conservadores, el Partido Conservador como tal, incluso la Iglesia Católica. Y eso tenía que ver con esta clásica premisa, marxista, por cierto, que decía “Bueno, primero tenemos que resolver los problemas de clase y, luego, los de género se resolverán solos”.  Entonces, los mismos líderes del Movimiento Obrero nunca se encargaron. 

Hay un rescate del archivo y, con esto, de la palabra, del tipo de lenguaje de la época, ¿con qué te encontraste?

Es un lenguaje muy poético. Creo que eso es muy bonito porque era ese pueblo de Chile que, pese a que pocos sabían leer, tenían una cierta sensibilidad con las imágenes, con lo poético, con una cultura obrera. Lo que se ve en el lenguaje es justamente esta cultura obrera de principios del siglo XX que hoy día es muy difícil de pensar, porque ya nadie habla de “somos la cultura obrera” o “somos la cultura popular”. Entonces, se ve algo muy propio, muy poético, muy literario. 

Interesante… ¿Cuántas de las mujeres que estaban trabajando en esa época sabían leer y escribir como para hacer estos diarios? 

Estamos hablando de las privilegiadas dentro del mundo obrero y ni siquiera sabemos con certeza cómo aprendieron a leer. Ellas estaban profundamente preocupadas por fomentar la lectura y la educación entre las mujeres, pero no con la finalidad de alcanzar el "éxito" como se entiende hoy en día. En sus columnas, lo que encontramos es una petición al gobierno: "Eduquemos a las mujeres para que sean libres". La educación estaba siempre pensada en términos políticos, con una política que no tenía relación con el consumo ni con el éxito, como lo entendemos en la actualidad, algo muy neoliberal y también muy influenciado por la cultura estadounidense. 

Hay textos en los que se habla sobre la prostitución, ¿cómo esto nos aproxima a los debates actuales sobre el tema? 

En términos actuales, uno podría leer que estas mujeres eran muy moralistas, que estaban en contra de la prostitución y en contra del alcohol. Pero si se le hace un doble click, se entiende que en realidad estaban en contra del alcohol porque los maridos eran unos curaos que se gastaban la plata de la casa en copete. Estas mujeres llegaban responsablemente con su sueldo, que estaban muy por debajo de los del hombre, y ellos se lo gastaban en el bar o en la prostitución. Entonces, estaban en contra de eso porque afectaba a la economía familiar.

Dentro de eso, ¿aborda la violencia hacia las mujeres? 

Siempre está esa vergüenza a develar. Comentan la violencia en la fábrica y, de hecho, una razón de exigir las ocho horas tenía que ver con salir de día de las fábricas porque la noche es peligrosa para las mujeres. Entonces, todo tiene que ver justamente con algo de lo que estamos hablando ahora, que es la cultura de la violación, con el acceso precario de las mujeres al mercado laboral, con los cuidados. Están hablando de una manera mucho más seria y más concreta, creo yo, que hoy. Creo que tenemos que volver a leerlas.

¿Cómo reconoces que resuenan las demandas al día de hoy?

Creo que el movimiento feminista actual carece de un orden claro de demandas porque su principal objetivo es transformar la cultura. Y sí, estoy de acuerdo, pero… ¿cómo se logra cambiar la cultura? Se trata de un feminismo que no confía en el Estado, como dicen Las Tesis, "el Estado es violador". Entonces, si no crees en el Estado, ¿qué puedes pedirle? La intención del libro es que su mensaje resuene en lo que queda quizá del feminismo de izquierda, porque hay muchos feminismos también, pero yo no sé cuáles son las prioridades del feminismo de izquierda y eso es muy raro. 

Escribiste “Chilenas: la historia que construimos nosotras”(2018), donde rescatas las historias de mujeres invisibilizadas, que tuvieron roles importantísimos para las luchas y avances políticos de las mujeres. ¿Cómo dialogan ambos libros? ¿con qué perfiles de mujeres te encuentras?

Lo que vemos es un perfil de una mujer obrera educada y no porque haya pasado por el colegio, sino porque tiene acceso a la lectura y lo usa. Son mujeres que están hablando de Marx, del problema del capitalismo como la acumulación, la plusvalía, de la economía. Pero no están hablando teóricamente de eso, sino que están educando a las personas. 

¿Te ha dejado contenta esta investigación y cerrar esta etapa del libro?

Sí, porque me costó escribirlo, me demoré mucho. 

Por qué? 

Porque mi especialidad es la mujer de élite, es lo que más he investigado. Las discusiones políticas formales en el Parlamento. Entonces, es la primera vez que me acercaba de forma seria a la mujer obrera. Obviamente las conocía, pero no me había metido tanto. Fue aprender mucho a la vez.

¿Qué proyectos tienes por delante? 

Se viene un libro para marzo sobre toda la historia del voto femenino. 

¿Y en el activismo, la política?

Ahora estoy trabajando como directora de la Fundación Iguales y, durante este año, esperamos que el gobierno apruebe al menos dos leyes de su programa de gobierno, porque la verdad es que no ha cumplido ninguna expectativa respecto a lo LGBTQ+. Bachelet y Piñera finalmente avanzaron más en esos temas que este gobierno, lo que es muy raro y decepcionante. Se trata de la reforma a la ley anti-discriminación, Ley Zamudio, para que el Estado pueda prevenir la discriminación y no solo castigarla, y también la Ley de Convivencia Escolar para que frenemos el bullying y particularmente con un enfoque LGBTQ+ en los colegios, porque se están muriendo nuestros niños.








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