Ana Reeves, actriz: “El Estado no se ha hecho cargo de la cultura porque ignora realmente qué es cultura"
Entrevista: @figue_natalia
Arte: @lausuario_ilustraciones
Ana Reeves teclea frente a su computador. Contesta correos, propuestas de trabajo. Dice que necesitaría ser unas cuantas personas a la vez para hacer todo lo que le gustaría. Tiene 75 años y casi 60 de ellos se los ha dedicado al teatro. “Tengo mucho que entregar”, afirma con convicción. Su oficina es testigo de su trayectoria: premios, regalos, fotos de ella junto a reconocidos artistas. Aunque dejó el decanato de la Facultad de Artes de la UNIACC -después de doce años en el cargo-, seguirá en este lugar dedicada a la docencia y a los múltiples proyectos que la apasionan. Esa misma tarde, se subirá al escenario del Teatro UC para interpretar el papel de Eloísa Díaz, la primera mujer en estudiar medicina en Chile y Latinoamérica, que tendrá una segunda temporada en enero de 2025. Después de imprimir un guion, Reeves se sienta frente a mi, y me dice:
Ya, cuéntame.
—¿Es desafiante interpretar el papel de Eloísa?
Todas las obras son desafiantes. Este rol lo fue en particular, por lo poco que se sabía de ella. Entonces, al estudiarla, al encontrarla, al sentirla, llegamos a la conclusión junto con la directora, de que no podía ser una mujer tan intensa por como tuvo que tomarse con sentido del humor su vida y como vivió su profesión. Así que encontramos una Eloísa que, no puedo decir que es divertida, pero tiene sentido del humor.
—¿Cuánto hay de Ana Reeves en el papel de Eloísa?
No, nada. Ana Reeves interpreta a Eloísa que fue escrita por Andrés Kalawski y Emilia Noguera. Ellos hicieron esta propuesta, que puede ser o no ser una Eloísa, está basada en la idea que ellos tenían. ¿Qué pasaría si Eloísa apareciera ahora y se encuentra en estos tiempos de Chile? ¿Qué ha cambiado? ¿Qué tan diferente es? ¿Qué no ha cambiado? ¿Qué nunca va a cambiar?
—Se descubren muchos detalles de la vida de Eloísa y nos damos cuenta que es poco lo que se conoce de ella. ¿Cómo ha sido la recepción del público? ¿Qué le han dicho sobre su papel?
A la gente le ha gustado mucho la interpretación de este personaje. Han sido muy generosos conmigo, muy cálidos. Es una alta comedia porque tiene una profundidad enorme, o sea, no es el chiste por el chiste. Es gracioso por encontrar los contrastes. Un ejemplo, es que ella se sorprenda que ya existe el divorcio en Chile.
—Se aborda también lo que enfrenta una mujer mayor en el trabajo, en la sociedad. Actualmente, ¿qué espacio se le está dando a las mujeres de la tercera edad en el mundo cultural en general?
Bueno, mira, de mí yo no puedo decir nada, porque sigo siendo una lola en el teatro. Yo tengo mucho que hacer, mucho que dar, mucho que entregar. Afortunadamente, la gente sabe que lo puedo y quiero hacer. En general, a la gente mayor no se la toma muy en cuenta en el mundo de las artes. Y, por otro lado, de pronto también hay una actitud, no estoy echándole la culpa a toda la gente de la tercera edad, pero hay una actitud de dejarse estar, porque es obvio que no estás igual que siempre. La herramienta cuerpo está deteriorada y la herramienta mente a veces también un poquito. Las personas mayores tienen una energía acumulada de años para hacer cosas. Si eso está presente la gente te visualiza. Dejo de lado un poquito la televisión, porque este espacio tiene otro concepto. No se escriben papeles interesantes para gente mayor, sobre todo para las mujeres mayores.
—¿Cómo se les retrata en ese espacio televisivo a las mujeres mayores?
En general, no se les retrata y, si se hace, es un poquito caricaturesco, es como “el viejito”, siempre con esa actitud de ayudarte a atravesar la calle y cuando tú puedes hacerlo solo. La visualización que tienen muchas veces de la gente mayor es que están ya imposibilitados. Claro, hay muchas cosas que no se pueden hacer, pero hay otras que sí se pueden y esa es la que tendrían que visualizar los guionistas de televisión.
—Mirando las áreas dramáticas actuales, ¿qué le parecen las producciones que se están haciendo?
Estoy muy alejada de la televisión. En un momento, las áreas dramáticas eran de un estudio y una rigurosidad para enfrentar todos los trabajos, los guiones, que es la que responsablemente necesita la televisión. La televisión tiene una deuda muy grande con el país. De lo poco que veo, noto que es una especie casi de repetición de las buenas teleseries con elencos más chicos y con gente más joven, y bueno, probablemente yo creo que con menos paga. Pero no hay una cultura y cuando hablo de cultura, no hablo de voz engolada y de saber todos los autores del mundo, sino con el quehacer diario de un país, con qué es lo que se hace, qué es lo que se necesita, y eso no está en la televisión.
—¿Es necesario recuperar esos espacios?
Por supuesto, no puede ser que el espacio televisivo sea el portonazo, el asalto, el crimen, la farándula y después una teleserie mediocre y que veas a veces los mismos actores haciendo el mismo rol con otro vestuario. Los actores en general no se arriesgan a crear nuevos personajes, no porque sean cobardes, sino porque los textos y los guiones no te dan la posibilidad de hacerlo.
—Fueron casi tres décadas participando del elenco del área drámática de TVN. En esa escena masiva de la televisión, ¿qué significó para usted tener esa ventana para interpretar los roles que les tocó interpretar, en recordadas teleseries, como Aquelarre, Amores de Mercado, Los Pincheira..
A mí me gustaba mucho estar en la televisión y los roles que yo hacía eran siempre secundarios, pero después pasaban a ser bien importantes. Hasta el día de hoy me dicen la “Luz Divina” en la calle. Eran personajes interesantes, había guionistas que le hincaban el diente a full y, a medida que se desarrollaba la teleserie, iban viendo qué personaje se fortalecía. No era un calco de algo bien hecho que después se hizo en forma mal hecha. Para mí hacer televisión fue fantástico porque los roles eran buenos y los guiones eran buenos. Después con el tiempo, me dijeron te vamos a llamar cuando aparezca el rol y, como ya había pasado una vez, dije ya, y no me llamaron nunca más, y se acabó. Y qué bueno que se acabó, de alguna manera fue bueno para mí.
—Y, ¿por qué lo fue?
Porque la televisión me dejaba muy poco tiempo. Hacía varias cosas, pero pude enfrentar mejores roles de cine que no había podido hacer antes. También pude dedicarme a la docencia, que siempre ha estado conmigo, pero pude dedicarme más seriamente ya en la dirección de escuelas, en el decanato, hacer un trabajo intelectual más profundo. Me dio más tiempo para empezar a hacer teatro, que no tenía mucho tiempo y, en ese momento, la gente que hacía teatro no me llamaban mucho. Actuar en televisión me hizo muy bien, como actriz, como persona y también económicamente. Logré muchas cosas, pero creo que estuve en el mejor momento en que se hacían teleseries en este país.
—¿Y a qué le atribuye el éxito de esos guiones?
Existía un trabajo más serio, más profundo. Todas las teleseries en las que he trabajado han tenido una profundidad grande. No es solamente la historia de amor y que este es el malo y el otro es el bueno. Todos los actores se comprometían a actuar en serio. Nadie actuaba del malo ni el otro del bueno.
—¿Eran personajes más íntegros?
Se sentían los personajes y se estudiaban en profundidad. No se veía la persona que estaba ahí. Yo veo cuando se les nota mucho a los actores o a las actrices que saben que están actuando y que están tan contentos de estar en la televisión, porque también transmiten eso. Pero no transmiten la esencia de un personaje porque tienen personajes que están escritos un poco por encima, son más light.
—¿No tienen tanta investigación en ese personaje?
Si utilizamos la palabra investigación en televisión, todo el mundo me pega con una caja llena de libros en la cabeza porque se supone que investigación nunca hay. Antes era mucho más riguroso, había una investigación profunda. Se ha ido muriendo gente que se tomaba esto muy en serio. Ahora da lo mismo y hay directores que dicen “qué importa” y eso es un grave error porque sí importa.
—¿Cuál es el desafío de estas nuevas generaciones para inculcarle también ese rigor?
Yo no estoy dando clases ahora, pero cada vez que se enfrentan a una obra de teatro o a algún autor, ellos se dan cuenta que tienen una investigación de verdad por delante. Entonces, tienen que conocer la época, al autor. Los chicos no llegan del colegio preparados cabalmente. Empiezan acá en el mundo de las artes, en el mundo del teatro en este caso, a comprender. También quieren todo de inmediato por la tecnología.
—¿Le gustaba hacer clases? ¿Tiene pensado volver a hacer?
Sí, aprendo mucho con los cabros. Me ejercita la humildad, la capacidad de escucha. Dar clases es otra responsabilidad que te encanta. Para encantar, tú tienes que estar encantado con lo que tú haces. Y es simplemente compartir lo que tú amas, tu vocación. Los chicos me enseñan su lenguaje, yo les enseño el mío.
—Y, ¿la vienen a buscar?
Sí, vienen siempre y van al teatro a verme también, y me esperan. Algunos, los antiguos, que ya son exalumnos, me mandan WhatsApp. “Maestra querida”, me dicen.
Sobre el financiamiento de la cultura, hay muchos proyectos culturales que dependen de los fondos concursables cada año, eso genera inestabilidad en general para los artistas que no pueden proyectar sus trabajos. ¿De qué manera ve que esto pueda cambiar?
La inestabilidad cultural va a cambiar cuando el Estado y los gobernantes tomen real conciencia de la importancia de las Artes para la salud emocional y psiquiátrica del país, y que es fundamental para la educación. El Estado no se ha hecho cargo de la cultura porque ignora realmente qué es cultura y muchas veces confunde cultura con farándula.
En estos últimos años nos han dejado figuras importantes de la cultura nacional, como Antonio Skármeta y Augusto Góngora, que trabajaban por difundir la cultura en programas de televisión. ¿Por qué es necesario mantener ese horizonte?
Sí, tuvieron programas lindos de cultura. Yo también estuve en el programa “Ojo con el Arte” conducido por Nemesio Antúnez. El punto es a qué hora dan esos programas o están cumpliendo para decir que han hecho cultura en los canales. No es la forma. Me parece maravilloso rescatarlo, pero si vamos a tener un programa cultural, primero que entiendan que es la cultura y después hacerlo de verdad, con alegría, no cosas densas ni que crean que están dando un examen para algo. El horario tiene que ser prime y no mientras la gente está durmiendo o una mañana del domingo en que uno se levanta tarde. Eso es para que también tomen conciencia quienes estén en la televisión de la importancia que tiene esto, y que la responsabilidad recae en el Estado, en los gobernantes y en quienes dirigen los canales de televisión.
—¿Cuáles proyectos tiene para adelante? Sé que le llegan siempre muchas propuestas, ¿cuáles va a tomar?
Todas. Casi todas las que pueda. Ahora tengo que esperar qué es lo que me contesta una persona y durante ese tiempo, me queda una colita para poder agarrar esa obra. Esa es una y tuve que decir no a otra, que me hubiese encantado. No quiero hablar mucho de las obras porque los puedo echar al agua. Pero sí te puedo contar que vamos a volver en enero con Eloisa, en una segunda temporada.