Escritoras chilenas alzan la voz contra la censura literaria impulsada por Javier Milei

El libro de la escritora argentina Dolores Reyes, “Cometierra”, superó en el ranking a La Vegetariana de Hang Kang, escritora surcoreana que viene de obtener el Premio Nobel de Literatura. Esto después de que el gobierno de Javier Milei y organizaciones conservadoras vinculadas a la ultraderecha impulsaran una campaña para que libros que incluyen descripciones de relaciones sexuales sea retirada de las bibliotecas escolares de Buenos Aires. 

“¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños!”, expresó la vicepresidenta de Argentina, Victoria Villaruel a través de su cuenta de X.

El desafortunado comentario hace referencia a libros que integran el plan de lectura Identidades Bonaerenses, de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, que incluye un centenar de títulos y se distribuye desde hace un año. 

Ante la censura dirigida a obras literarias que comparten el cuestionamiento a los roles de género, la denuncia de la violencia contra las mujeres y los femicidios, y la exploración de nuevas formas de narrar la experiencia de ser mujer —como Cometierra de Dolores Reyes, Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón, Las primas de Aurora Venturini y Si no fueras tan niña de Sol Fantin—, Revista La Lengua conversó con reconocidas autoras chilenas quienes decidieron alzar la voz en defensa de la libertad creativa y el derecho a la lectura.

Diamela Eltit 

“La prohibición de leer es una práctica de larga data ejercida ante el poder de la escritura. La Inquisición, la quema de libros en las calles por parte de soldados durante la dictadura chilena, la represión y opresión sobre los jóvenes y sus tiempos. Hoy mismo se genera en voces poderosas de la Argentina sancionando libros de las bibliotecas y así se reproduce lo que ha pasado en algunos Estados de USA. Es curioso que sean autoras las que son censuradas, me resulta significativo e ineludible. Me uno de todos los gestos y gestas que denuncien”.

Alejandra Costamagna 
“Las escritoras que están siendo censuradas en Argentina abren, con sus libros, ventanas que nos permiten ver lo que no vemos, iluminar rinconcitos opacos, asomarnos a las complejidades de un mundo diverso, ponernos en la piel de los otros, de las otras, ampliar el pensamiento a cosas inimaginadas, complejizar puntos de vista, sacudir, abrir grietas. Son libros que hablan de diversidad sexual o de femicidio, que elaboran esos y otros asuntos desde la literatura. Son libros vitales, desobedientes, críticos, atrevidos, profundamente libres. Libros que trabajan con el lenguaje, lo amasan, lo encienden. Un fragmento de Las aventuras de la China Iron para ilustrar:

“Sabemos irnos como si nos tragara la nada: imagínense un pueblo que se esfuma, un pueblo del que pueden ver los colores y las casas y los perros y los vestidos y las vacas y los caballos y se va desvaneciendo como un fantasma: pierden definición sus contornos, brillos sus colores, se funde todo con la nube blanca”. Hay libertad en estas obras y en sus autoras; en la cadena de lecturas y diálogos que despliegan; en quienes los enseñan y median la lectura en las aulas o en bibliotecas; en quienes las leemos. No hay libertad posible en quienes se llenan la boca con esa palabra y en cambio censuran, distorsionan y promueven discursos de odio e intolerancia”.

Nona Fernández

“La censura de libros es una práctica tan añeja y ridícula, que parece una broma estar levantando la voz y la escritura por eso en este momento de la historia. Si a eso le sumamos las amenazas y la violencia directa a sus autoras, la broma se vuelve peligrosa e intolerable, un verdadero retroceso a épocas barbáricas de las cuales la dictadura chilena hizo eco. Aún no olvidamos la quema de libros en las calles. 

Pero el mundo está caminando hacia lugares oscuros, lo sabemos. Pareciera que la historia no avanza, más bien se repite en un bucle extraño e inmanejable, por eso nuestra memoria y capacidad de reacción son claves. Si los mismos que levantan las banderas de la libertad económica, olvidan rápidamente el derecho de libertad de expresión, hay que levantar la alerta más allá de los límites territoriales. Ya existen antecedentes de censura recientes en algunos estados de EEUU. Este no es un problema de las escritoras o lectoras argentinas, este es un problema de todas y todos. 

Sabemos lo que ocurre cuando nuestros derechos comienzan a ser vulnerados. No queremos volver a recorrer los mismos caminos. Con creatividad tenemos que encontrar la manera de detener esta trama juntas”.

Claudia Apablaza

“En su libro Cómo acabar con la escritura de las mujeres, la ensayista Joanna Russ se refiere a las tácticas históricas que han sufrido las escritoras desde el siglo XVIII a la fecha para hacerlas desaparecer. Entre ellas señala la prohibición a la escritura, el menosprecio estético, la negación de la autoría, el aislamiento, la falsa categorización, entre otras. Esta forma de acabar con la escritura de las mujeres cobra más potencia en gobiernos de derecha y fascistas como el de Milei que al verse amenazados por la potencia, belleza, fuerza y honestidad de estas escrituras, genera y se ampara en estrategias de falsa categorización, como por ejemplo el que estas escrituras son pornográficas y así sacarlas de las escuelas. Esta estrategia perversa de falsa categorización es un arma muy poderosa que han usado muchos regímenes totalitarios para alejarnos de la lectura de ciertos libros que amenazan ciertos principios hegemónicos”.

En respuesta a esta campaña de censura, se ha organizado una lectura colectiva del libro Cometierra este sábado 23 de noviembre en el Teatro Picadero de Buenos Aires, en la cual participarán cerca de un centenar de escritoras y escritores, entre ellos Cristián Alarcón, Claudia Piñeiro, Tamara Tenenbaum, Gabriela Cabezón, entre otras, para denunciar la práctica arcaica y solidarizar con los ataques que han recibido las autoras a raíz del contenido de sus obras.