Columna de Álvaro Vergara: La credencia republicana
Álvaro Vergara N. - Investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES)
En la última elección, Chile Vamos perdió la hegemonía entre las derechas en el Consejo Constitucional. El Partido Republicano arrasó en casi todas las regiones del país, obteniendo la considerable cantidad de 3.500.000 votos. El panorama, por tanto, parece ser el siguiente: al menos en el papel, Republicanos logró conectar con las demandas y sentires de una gran cantidad de ciudadanos, mientras que la centroderecha vio mermada sus esperanzas de contar con una fuerza considerable para cerrar el proceso constitucional que iniciaron.
El triunfo republicano difícilmente puede ser explicado como una mera opción de hastío. Por supuesto, hay mucho de eso: insatisfacción hacia los conglomerados políticos tradicionales y un voto de rechazo hacia las clases dirigentes. Sin embargo, ese disgusto no basta para explicar la totalidad de su éxito electoral. Republicanos más bien —y aunque pueda sonar contradictorio— representa para sus electores una opción de cambio. ¿Qué buscarían cambiar en concreto? Varias cosas. Por de pronto, las caras de los representantes, la manera de hacer política y, por último, la forma de cómo se defienden ciertos aspectos valiosos para las personas. El lema explicativo perfectamente podría ser: a problemas urgentes, se necesitan soluciones urgentes.
En ese sentido, quizás una de las claves para explicar la victoria republicana y los malos resultados de Chile Vamos sea la forma en cómo las élites políticas están representando y defendiendo los problemas de la ciudadanía: la imposibilidad de aliviar el malestar por los efectos colaterales de la inmigración irregular, la delincuencia y narcotráfico desatados, el terrorismo en la Araucanía, la inflación y la crisis económica. Puede que a consecuencia de ese tipo de situaciones, el mensaje del Partido Republicano haya calado en la ciudadanía. Lo que no quiere decir, por cierto, que cuenten con las soluciones técnicas ni la capacidad para lograrlo, cosa que efectivamente, a largo plazo puede terminar siendo peor.
Aun así, sin ir más lejos, José Antonio Kast viene enarbolando casi las mismas proclamas desde antes del estallido social, aguantando en la misma posición sin importar cuán popular fuera. Y este tipo de actitudes tienen impacto sobre la ciudadanía: quien actúa de dicha forma, le demuestra al votante que no renunciará a sus principios por motivos de oportunismo electoral. Se pueden criticar muchas cosas de Republicanos. Sin embargo, algo que no puede reprochárseles tan fácilmente es su falta de disciplina en las votaciones; estando incluso dispuestos a ir en contra de proyectos de ley populares como pueden ser la reducción de la jornada laboral a las 40 horas, los retiros de los fondos de pensiones o, incluso, el aumento en el sueldo mínimo.
De vez en cuando la constancia es premiada en política y esa es una de las variantes para explicar el auge del Partido Republicano. Por ese motivo el partido obtuvo su mayor apoyo electoral en comunas con alta conflictividad y en las que pertenecen al quintil más bajo de ingresos. En otras palabras, Kast y su partido ha conectado con una parte importante y, por sobre todo, vulnerable de la población.
Por tanto, los desafíos para los partidos de la centroderecha son múltiples y difíciles. No solo deberán intentar conseguir algo de la disciplina que muestra la facción a su derecha que crece y crece, sino que también deberán intentar conectar con un mundo popular que ya no confía en ellos. Lo más probable es que no logren generar esa seguridad mientras sigan sin definir ideas y principios con la suficiente fuerza para que le hagan sentido a las personas.