Cuando no es chiste
Una columna de Natalia Valdebenito
Meterme en este tema me obliga a tomar partido por una opinión que me pone en un aprieto. Un aprieto menor, si me lo preguntan, pero un aprieto al fin. Por algún motivo que desconozco nunca me ha importado particularmente la opinión de mis compañeres comediantes sobre mi trabajo o sobre mí. Nunca creí, desde el principio, estar actuando o haciendo humor para elles. Y con esto también me refiero a mis colegas actores y actrices. Por intuición siempre pienso en las risas. Sí, solo en las risas. En hacer reír a mis compañeres, y con esto que se entienda a todas las personas que trabajan conmigo y me rodean y por supuesto y en el público. Con mucha humildad y sorpresa he recibido el respeto y aplauso de mis colegas, y he sido muy feliz. No de todes claro, pero eso está bien. Siempre está bien.
Me gusta hacer reír, la verdad amo escuchar las risas de la gente después de un chiste. Entiendo este trabajo. Entiendo mucho lo difícil que es.
El compañero Mauricio Palma cometió un error.
Bueno, varios.
El primero de todos es hacer chistes sobre una comunidad oprimida y con una triste historia que carga suicidios y muerte, violencia y desolación. Recién nos damos cuenta. “Oye, pero no se puede hacer humor sobre nada ahora”, eso seguro lo dijo un humorista heterosexual cis que no comprende que hay chistes que siempre estuvieron mal. Reírse de los homosexuales, hacer chistes sobre la violación, nunca, pero escuchen bien, nunca estuvo bien. Ahora se corre el límite porque hemos avanzado (no más un poco), y hacemos conciencia que las personas trans están ahí. Con mucho esfuerzo y lágrimas están presentes en nuestros días. Con mucho que perder se han hecho notar hasta llegar a hacer que tú al menos sepas lo que es ser una persona trans. Que hagas la diferencia entre gay y trans. Entre travesti y trans. Todo ha sido una lucha. Y no exagero si digo que muches han muerto en el intento por ser visibilizades y respetades. No puedo y no seré la vocera de las personas trans. No me necesitan. Lo hacen tan bien. Lo hacen con fuerza. Lo expresan mucho mejor que yo, y claro, eso explica por qué solo elles pueden hacer chistes sobre si mismes.
La máxima de la comedia es pegarle al poder y sí, todos hemos cometido errores. Como comediante he cometido muchos. No los borraría, pero los odio. Creo a pesar de eso deben ir de la mano junto a mis logros, si no, no se aprende, y no habría avanzado nada.
Cómo olvidar cuando se me ocurrió sacarle un pantallazo a la cara de un joven y escribir en un tweet “esa carita”, aludiendo claramente a que no se veía muy “avispado”. El joven usa silla de ruedas y yo además de no saber, por supuesto pasé del chiste a tener que disculparme porque entendí que no se le puede decir feo o tonto a una persona que está en silla de ruedas. De lo que no lo eximía su silla era para acosarme. Su cuenta de twitter prácticamente la usaba solo para eso. Me aburrí lo asumo, eso sí que lo asumo, me chorié. Y de saber lo que vendría después le habría dicho algo peor. También lo asumo. La funa que recibí fue masiva, Marcela Cubillos y José Antonio Kast salieron en su defensa, mucha gente la verdad y muchos bots, seamos honestes. Publicaron mis datos, me llamaron toda la noche hombres que al no ser contestadas sus llamadas me dejaban mensajes altamente violentos y bueno, me amenazaron, otra vez. Porque lamentablemente con funa o sin funa, las amenazas son tan habituales como los mensajes pidiendo saludos. Al otro día el # era FuerzaNatalia, y me reí fuerte. Ahora el tipo era el funado, por acosador, por hacer llegar tan lejos con lo que él sintió como una ofensa, y aunque todo era confuso. Me pareció que no fue más que un impasse de esta red social que me gusta más de lo que bien me hace y que el juego es así, un día abajo al otro arriba, y así al revés. Aprendí mucho de eso. No me gusta ofender así gratuitamente a nadie, ni sacarme los pillos. Hablar del físico de las personas es incorrecto. Y si cometí un error está bien verlo así, sin matices.
Mi ejemplo no sirve para esta historia, pero no pasar por ahí no es justo conforme a los hechos. Todes nos equivocamos, eso nadie lo puede desmentir. En el caso de las mujeres podemos equivocarnos menos, acéptenlo. Hemos venido viendo comediantes hombres hétero cis equivocándose muchas veces. Pienso que, tal vez este suceso sea lo que ayude a entender tanto a ellos y como a nosotres, el público, por qué algo así no está bien, por mucho que te parezca chistoso. Pregúntate por qué te parece gracioso el chiste.
Pregúntatelo.
A mí parecer la parodia es mala. Si no, no habría espacios para la duda o la ofensa. Cuando debes explicar el chiste algo anda mal, pero cuando tu humor hace reír al público que estoy segura, el compañero Palma jamás ha querido hacer reír. Tal vez es el momento de preguntarse cómo estoy haciendo las cosas. Cuando hacemos un chiste, la primera persona que se ríe es el comediante (o guionista, que en muchos casos no es lo mismo). Surge de un pensamiento, de una situación, de una idea o concepto que te hace reír. De ahí pasa al papel y se articula como una idea. Luego lo cuentas, lo muestras y puedes ver si funciona en los demás, y si pasa todos los eslabones probablemente llegue al escenario y ahí es otro tema. Esa es la verdadera prueba. Te podrá haber gustado a ti, a tu gente, a tus amigues, incluso a tu público.
Pero, ¿qué pasa cuando quienes tu “usas” para tu chiste se ofenden? Y no se ofenden porque les parezca fome, si no porque después de algo así se viene la arremetida del universo que los rodea. Y los comentarios crecen y las ofensas se multiplican y llegan los insultos, las burlas otra vez, los ataques. Los mismos que te dieron cuando eras niñe, los mismos golpes que te dieron por “ser la niñita” o “el niñito” del curso. Los recuerdos se toman el presente y si habías avanzado puedes retroceder y volver a llorar.
En fácil, a veces no eres la persona que debes hacer ese chiste. No soy trans, no debo ser yo quien haga un chiste sobre aquello. “Oye, pero no se puede hacer humor con nada ahora … todo les molesta”. No, no va por ahí. Más tiene que ver con revisar las razones que te invitan a reírte de una comunidad que no conoces, que te queda lejos, y que encima han sido históricamente atacadas solo por existir.
No soy trans, no puedo ni debo hablar por elles, me mueve que tomo por opción no defender la comedia por sobre todo, sino las razones por qué la hacemos. Me mueve decir que soy feminista y que si hay algún “tipo de feminismo” que excluya a mis amigues trans, entonces no es mi tipo.
Me mueve el amor. A la comedia. Sí, amo la comedia. Y amo a la diversidad de existir y a mis amigues de todos los colores.
Me mueve porque reconozco en las disculpas de mi compañero comediante la honestidad de saberse equivocado, pero tomo las palabras de mi amiga Daniela Vega; “cuando se te activa la memoria emotiva del dolor, de tanto dolor, no hay disculpa que valga”.
¿Nos podremos algún día reír de todo? ¿Pero de todo todo? Es posible, cuando no nos maten por ser mujeres, ni homosexuales, ni lesbianas, ni trans, ni negras, ni indígenas, ni pobres, ni ..! Cuando deje de existir la desigualdad por existir. Yo hago chistes sobre hombres y los seguiré haciendo, supongo que ahora se entiende mejor por qué.