Chile es un país desigual. Aquí muere gente por balas locas mientras va a dejar a sus hijos al paradero. También hay un Chile en el que muchos tienen el privilegio de nunca haber escuchado el sonido de una bala. Yo vivo en el primero, en el que la gente fallece solo por el hecho de caminar en el sitio equivocado. Eso le ocurrió a mi tía, Evangelina Rodríguez, una mujer de 40 años que vivía en la Legua Emergencia hasta el año 2009, cuando recibió una bala en la cabeza mientras iba a dejar a su hija a la micro.
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