Sufragistas en Inglaterra: La lucha por el derecho a voto
Si hay que situar el inicio del movimiento sufragista femenino en algún lugar y momento histórico determinado, sería en Inglaterra a mediados del siglo XIX. Luego del largo mandato de la Reina Victoria – entre 1877 y 1901 -, el lugar de la mujer en la política comenzó a ser cuestionada por la mitad femenina de la población y durante más de cincuenta años levantaron un movimiento que llegó hasta el uso de violencia para conseguir el derecho a sufragio.
Críticas del rol de la mujer en la sociedad británica, el movimiento sufragista no constituye una nueva ola del movimiento feminista, porque como tal no propone cuestionamientos nuevos a la construcción de la posición que ocupaba entre los otros civiles. Aun así, la influencia de las mujeres británicas se masificó a lo largo de todo el globo.
El viernes 3 de agosto de 1832 se discutió una petición particular en el Parlamento británico: Mary Smith, de Standford, quien defendía que como ella pagaba los mismos impuestos y estaba sujeta a las mismas leyes que cualquier hombre, debía tener el mismo derecho a elaborarlas mediante la elección de representantes y a aplicarlas en tribunales de justicia.
El Parlamento británico se negó fuertemente a esta idea. El diputado, Sir Fraderick Trench, señaló que si se establecían jurados paritarios, hombres y mujeres se verían forzados a situaciones dudosamente morales, como estar encerrados toda una noche deliberando. Los demás se rieron, y así se dio por terminada la primera discusión en torno al sufragio femenino desde la revolución francesa.
Para ese entonces, el movimiento feminista estaba en sus inicios. Para algunas académicas, es difícil situar el comienzo exacto de una segunda ola -que se caracterizó desde el inicio de luchas políticas y sociales-; sin embargo, es inevitable nombrar el surgimiento del movimiento sufragista como un antecedente importantísimo y el inicio de una larga lucha por equidad.
Con el sufragismo, y en palabras de Ana de Miguel, “el feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento social de carácter internacional, con una identidad autónoma teórica y organizativa. Además, ocupará un lugar importante en el seno de los otros grandes movimientos sociales, los diferentes socialismos y el anarquismo”.
La lucha por el derecho a sufragio
A principios del siglo XIX, el derecho a voto en Gran Bretaña se restringía al 20% de los hombres. Extendida la idea de que sólo los hombres con las mejores capacidad y aptitudes eran los indicados para elegir a los gobernantes, únicamente en los círculos más radicales se defendía la idea del sufragio universal masculino.
En una época de profundos cambios sociales, políticos y económicos, el movimiento por el sufragio femenino creció a la sombra de otros movimientos antes de hacer escuchar sus causas propias. Si para 1830 las feministas en Inglaterra eran pocas y descoordinadas, para mitad de siglo habían ganado fuerza y una causa esencial: el derecho a sufragio.
Si bien las feministas de aquella época se les conoce como sufragistas, por el énfasis puesto en esta demanda, también reivindicaban el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones, a derechos civiles como compartir la patria potestad de sus hijos y administrar sus propios bienes.
La expansión de la educación aumentó el alcance de la lectura, por lo que el público lector de libros y periódicos aumentó significativamente. En la década de 1860 las asociaciones que defendían el voto femenino empezaron a multiplicarse. Además, el extenso mandato de la Reina Victoria (desde 1877 a 1901), y como argumentaba el filósofo John Stuart Mill, sirvió como ejemplo para que las mujeres se cuestionaran su rol en la política.
Mientras en el extranjero se acercaban más al sufragio femenino, las inglesas fueron perdiendo la paciencia. Conscientes de la necesidad de organizarse para ejercer presión, en 1897 diferentes organizaciones sufragistas constituyeron la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio Femenino (NUWSS en inglés), de la mano de Millicent Fawcett.
Las miembros de la NUWSS se dedicaron principalmente a tratar de ganar para su causa a los representantes políticos y a organizar mítines a pie de calle. Aunque actualmente no lo parezca, entonces para una mujer era difícil romper el tabú y hablar en público. Parte de la audiencia opinaba que los discursos en la calle era algo vulgar y violento, y dado que se había educado a las mujeres en la necesidad de ser discretas, sus primeras acciones fueron vistas como algo extraño y vergonzoso.
Sin embargo, fueron muchas las personas que conocieron las reivindicaciones feministas a través de estos actos, que de atraer a unos pocos curiosos, pasaron a ser multitudinarios a principios del siglo XX.
Prisioneras políticas
Pese al aumento de personas que apoyaban su principal demanda, para algunas sufragistas el voto seguía pareciendo lejano, razón por la cuál se fundó la Unión Sociopolítica de Mujeres (WSPU), creada en 1903 por Emmeline Pankhurst para luchar con más efectividad por la conquista del voto. Pankhurst consideraba que para alcanzar este objetivo la organización debía funcionar como un ejército: sus órdenes nunca debían ser cuestionadas.
La WSPU desarrolló tácticas militantes que tenían una gran resonancia en la prensa, como interrumpir los mítines de otros partidos, intentar entrar en el Parlamento, presentarse en los domicilios de miembros del gobierno e incluso encadenarse a ellos. Estas acciones conllevaron con frecuencia la detención de sus protagonistas, que se negaban a pagar la multa que se les imponía y por tanto eran encarceladas.
Las acciones de las sufragistas se volvieron cada vez más espectaculares y violentas: como respuesta a la negativa a presentar peticiones al rey, derecho reconocido a sus súbditos, algunas mujeres de la WSPU empezaron a romper con piedras las ventanas de las propiedades de miembros del Parlamento. Nunca realizaron un atentado personal ni nadie resultó herido como consecuencia de sus protestas, excepto una baja en sus propias filas.
División en el movimiento
Se produjeron escisiones dentro de la organización: sufragistas históricas como Charlotte Despard, quien desaprobaban la violencia y la negativa a colaborar con otros partidos nacida desde la WSPU, por lo que la abandonaron. La división en el movimiento se tradujo en quienes integraban el ala radical, las “suffragettes”, y la moderada, las “suffragists”.
Cientos de sufragistas fueron encarceladas y sometidas a duras condiciones de reclusión. Para lograr que se les reconociera el estatuto de presas políticas y mejoraran sus condiciones en la cárcel, se declaraban en huelga de hambre. Y esto planteaba un gran problema a las autoridades, que querían evitar a toda costa que se convirtieran en mártires de la causa.
La solución fue la alimentación forzosa, un proceso doloroso y peligroso que no hizo más que despertar simpatías por las sufragistas entre la población.
La represión de las protestas en las calles empeoró, y los actos violentos empañaron la imagen del movimiento y dieron argumentos a quienes defendían que las mujeres eran seres demasiado emocionales para votar.
Los mejores caballos de Inglaterra corrían en el hipódromo de Epson Downs el 4 de junio de 1913 cuando una joven sufragistas se lanzó a la pista y trató de sujetar por las riendas al caballo del Rey. No lo consiguió, el animal la arrolló y quedó gravemente herida. Cuatro días después falleció. El funeral de Emily Wilding Davison constituyó un gran acto feminista en las calles de Londres.
Las sufragistas inglesas ya llevaban sesenta años de lucha por el derecho a voto sin ningún resultado más que una fuerte represión por parte de la policía y el Parlamento británico.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial interrumpió la actividad de la WSPU. Pankhurst, quien había introducido la idea de las sufragistas como soldados de una causa, abrazó la causa patriótica y se puso a disposición del gobierno. Los avances políticos, por lo menos en cuanto a discusiones en el Parlamento Británico, quedaron pausados y las mujeres ocuparon un rol fundamental en el desarrollo bélico de la “Gran Guerra”.
La actividad política del NUWSS, que se había separado del WSPU debido al uso de la violencia de esta última y que no detuvo su batalla por el derecho a voto, y la contribución femenina a la guerra en la retaguardia mientras los hombres luchaban, convenció al Parlamento y a gran parte de la sociedad, de que las mujeres merecían el voto tanto como sus conciudadanos.
En febrero de 1918 se aprobó la ley que concedía el sufragio a las mujeres mayores de 30 años y se extendía a todos los hombres de más de 21. Las campañas continuaron hasta que diez años después, en julio de 1928, se equiparó la edad de voto femenina a la masculina.
Te recomendamos que veas “Suffragette” (2015), película dirigida por Sarah Gavron que retrata la lucha individual de mujeres sufragistas a inicios del siglo XX.
De la mano de actuaciones estelares de Carey Mulligan, Helena Bonham Carter y Meryl Streep, “Las sufragistas” es una pieza audiovisual que aunque a veces resulta difícil de ver, se convierte necesaria ante el desconocimiento del rol de la mujer en la historia.