Bibliociegos: El espacio que permite a personas ciegas y visión disminuida acceder a la literatura
En Chile, según datos de la Sociedad Chilena de Oftalmología (Sochiof), se estima que cerca de 850 mil personas sufren de deficiencia visual y de ellas, aproximadamente 80 mil son ciegas.
El doctor Gonzalo Vargas, director del Departamento de Salud Visual de la Sociedad Chilena de Oftalmología, reveló a Ciencia & Salud que “uno de los principales temores que tienen las personas respecto a su salud es perder la visión, por sobre la pérdida de la memoria, audición, del habla o una extremidad”. Además, añade que “la ceguera ha sido catalogada como la condición más temida, incluso más que un infarto, artritis o el sida”.
Para ser una ayuda al respecto, en 1967 se fundó la Biblioteca Central para Ciegos (Bibliociegos) en respuesta a una necesidad de acceder al conocimiento para la población, principalmente a personas en situación de discapacidad visual.
La institución privada sin fines de lucro tiene como misión entregar herramientas que faciliten el desarrollo personal y adaptación a la sociedad para personas en situación de discapacidad visual, especialmente a quienes han perdido la visión progresivamente.
En Bibliociegos hay un gran catálogo de actividades, pero las esenciales son la audioteca y la imprenta en braille. “La Biblioteca ha desarrollado sus servicios a lo largo de los años, adaptándose a las necesidades de nuestros usuarios. En un principio, partió como un centro de lectura y grabación para personas ciegas, donde nuestros usuarios traían revistas, boletas de servicio, diarios y literatura”, explica Karim Sánchez, director ejecutivo de la fundación.
Actualmente cuentan con 3.500 obras de literatura universal grabadas junto con artículos. Han sido grabados por voluntarias y voluntarios de la fundación. Muchas de las grabaciones con las que cuenta la audioteca hoy fueron realizadas en cinta desde 1967, en cassette. Ahora siguen en el proceso de digitalizar las cintas.
La imprenta en braille de Bibliociegos destaca como la más importante de Chile. Allí se imprimen 500 hojas por ambos lados en una hora y producen libros, materiales escolares, revistas y otros documentos, permitiendo un acceso sin dificultades para las personas con discapacidad visual.
“Es necesario recrear cada palabra y símbolo en relieve. Esto implica un proceso de diseño y producción que requiere tiempo y recursos especializados. Además, el tamaño del documento en braille suele ser mayor que su contraparte impresa, lo que implica un mayor consumo de papel y tinta. Teniendo en consideración la complejidad técnica y pedagógica en diseño y formato, costos de producción y materiales, imprimir textos especializados en braille es caro. Este es sólo uno de varios factores que hacen dificultoso para el estudiante ciego terminar sus etapas educativas”, detalla Sánchez.
La labor de Bibliociegos se acentúa si se consideran las estadísticas sobre escolarización. Un 62,2% de las personas ciegas no completaron su enseñanza media, mientras que las personas con pérdida visual representan el 47,8%.
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Manuel Rivadeneira vio muy poco del mundo al nacer, después solo lograba percibir atisbos de luz, pero ahora ve algunas luces, aunque no haya nada ahí. Estudió hasta tercero básico en el colegio Helen Keller en Ñuñoa. El establecimiento era apto para personas ciegas, pero también para otras discapacidades. “Fue una etapa muy extraña porque se unían muchas discapacidades y la educación era más o menos precaria, en el sentido de que como los cursos no estaban nivelados, los profesores no podían enseñar lo mismo a todos los alumnos”, recuerda.
Debido al desempeño de algunos estudiantes, tomaron a un grupo y los sacaron del colegio. “Nos sacaron de tercero básico. Básicamente nos echaron y nos dijeron así como `váyanse a los leones, porque ya aquí ya no le podemos enseñar más`”.
A Manuel le costó nivelarse en comparación a otros compañeros de cuarto básico. “A mí no me habían enseñado nada en las clases. Yo iba atrasado como dos meses, entonces fue súper difícil buscar colegios que te aceptaran en los colegios”, dice. Cuando la respuesta era, por fin, positiva, se enfrentaba a otros problemas, como la discriminación por parte de sus compañeros. “Yo pasé como por una etapa, es como un duelo, el duelo del ´¿por qué yo soy así y los demás?”.
A pesar de todo, resistió y revirtió la situación. “Es un camino difícil que hay que cruzar, en el fondo es la aceptación y ahí me hice de muchos amigos, porque salí bien parado de esa excepción y empecé a hacer amigos de mis enemigos. Después ya era uno más del curso”, cuenta.
Manuel en su adolescencia no conocía a ninguna persona ciega o con discapacidad visual. Todo cambió alrededor del año 2010 cuando salió de cuarto medio. “Me encontré con una orquesta y empecé a tener algunos amigos”.
Luego de adaptarse a su vida colegial, siendo uno más del curso, la vida universitaria le dio un gran golpe. La inocencia de transitar a otro lugar donde todo era desconocido fue muy duro. Sus profesores no tenían la voluntad de adaptarse de la misma forma que Manuel intentaba adaptarse a un mundo poco inclusivo. Le decían “yo no te puedo enseñar, porque no me pagan más a mí porque enseñarte a ti, que es distinto”. Lejos de tener la razón, Manuel entendía, él sí era una persona diferente a la que tenían que enseñarle de otra forma, confiesa.
“Yo les decía que no era yo el que no podía aprender. No les puedo enseñar a enseñarme, porque yo no sé, por algo voy a estudiar”, recuerda.
Sus compañeros de la Universidad ARCIS, futuros licenciados en Sonido, estaban en silencio. En los primeros tres días solo habitó el silencio. “Yo creo que es muy importante en estos procesos conocer a las personas que no tienen discapacidad. Es muy personal, es un desarrollo súper personal tratar de vincularse con las personas que no tienen discapacidad”, menciona.
Manuel llegó a Bibliociegos con su grupo instrumental en 2017. Los invitaron a tocar en un desayuno y luego los llamaban todos las actividades que hacían. Hoy es encargado de la sala de grabación, donde asisten las voluntarias y voluntarios a regalar su voz al conocimiento de otros.
“Las personas que quedan ciegas a la edad de 45 o 50 años creen que su mundo se derrumbó, se acabó. Muchos se quedan solos. La Biblioteca se encarga de enseñarles o de ayudarlos a aprender computación, telefonía y otras cosas que en el fondo les cambian la calidad de vida. Además se juntan con otras personas que sufren lo mismo”, destaca.
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Uno de los principales desafíos del país es garantizar el acceso universal a la información en todos sus formatos, especialmente al braille y audio. Situaciones tan cotidianas como pedir el menú de un restaurante y que esté en braille debería ser lo normal. Esta es una de las formas de cambiar el paradigma cultural en cuanto a la inclusión social.
Hace diez años todo era diferente, dice Macarena Vielma, relacionadora pública de Bibliociegos. “Nos auto financiamos”, comenta. Desde 2019 han apoyado y colaborado con el Ministerio de Educación en la adaptación y elaboración de textos escolares en braille. “Esto es vital para nuestra sociedad, dado que somos una entidad que democratiza el acceso universal de la información”, sostiene.
En 2020, explica Vielma, “empezamos a capacitar a nuestra comunidad para que pudiesen aprender a utilizar herramientas de videoconferencia y así participar de convocatorias online. Gracias a ese desafío pudimos abarcar e incluir personas ciegas que residen fuera de la capital. Hoy nos enorgullece contar con una gran red de usuarios regionales”, repasa Macarena sobre los inicios de la pandemia.
Hoy Bibliociegos está en una campaña para renovar gran parte de nuestras impresoras industriales braille. “Nuestro objetivo es contar con la imprenta industrial más moderna del país para atender las necesidades de nuestros usuarios”, asegura Karim Sánchez, director ejecutivo de la institución.