“Perderlo todo”: Las experiencias humanas en las catástrofes que se viven en Chile
“No miró, en el aire lleno de pueblo, sino su tablero eléctrico y la manecilla de la llave matriz, dueña de la llama: el incendio sobre el terremoto.
Guillermo Díaz corrió saltando sobre escombros, corrió sin parar, ciego y lúcido; llegó a la Planta, subió las escaleras, buscó el muro y dio vuelta a la manecilla de la salvación”.
“Una crónica del terremoto: Guillermo Díaz, Velador Nocturno”, Gabriela Mistral
Hace un par de días, la zona centro sur de Chile fue visitada por fuertes lluvias que hicieron que los ríos se desbordaran, provocando que en algunos lugares arrastrara hogares y animales. Un fenómeno meteorológico que, aunque avisado, provocó más daños de lo que alguna vez se pudo haber imaginado, dejando más de 21.673 damnificados. Catástrofe que irrumpe en el país cuatro meses después de haber tenido intensos incendios forestales en el sur.
Chile es un país que se mueve, en el que su variada geografía y tipos de clima - y la responsabilidad de los humanos que lo habitan- entregan experiencias difíciles para sus ciudadanos: terremotos, aluviones, incendios forestales, tsunamis, etc. En cada suceso, hay historias humanas. Repasando dos catástrofes de este siglo, mapeamos el imaginario del chileno que se levanta ante la adversidad.
Por Claudia Fica Pantoja.
En Licantén no se extrañan por la lluvia, lo que fue una sorpresa para Gabriel Pizarro cuando se mudo al pueblo. Después de más de 20 años trabajando como periodista, cuando su pareja comenzó a dedicarle más tiempo a la panadería que tenía en la Región del Maule, el paso natural fue mudarse y comenzar una nueva carrera lejos de la vorágine que suele ser a veces es periodismo.
Juntos se establecieron en Licantén y abrieron una nueva panadería en Hualañé – comuna aledaña donde tenían su residencia. Aún le sorprendía lo diferente que podía ser una comunidad tan alejada a la capital, donde tantos años trabajó: los vecinos se conocían y sabían interpretar el clima y la naturaleza que los rodeaba.
Para cuando la noticia, traída de boca en boca desde Hualañé, de que era probable que el río Mataquito se desbalzara y que lo mejor era prevenir, no dudó en hacer caso. “Empezamos a trabajar protegegiendo lo que más se pudiera. El río está a 800 metros o a un kilómetro de aquí. Había que resguardar por si acaso llegara a crecer hasta donde estábamos”, recuerda Gabriel.
Después de que terminaran de proteger lo que pudieran – mucha de la maquinaria de la panadería era demasiado grande y pesada para moverla de un momento a otro – se dedicaron a esperar. Terminaron a las dos de la mañana, y a las cuatro recibieron noticias de Hualañé: el río creció y se desbordó en las zonas más bajas de la comuna vecina, y esperaban que en al menos una hora sucediera lo mismo en Licantén. Se demoró mucho menos.
El río Mataquito llegó con fuerza al centro de Licantén, quedándose instalado en el pueblo un día entero, e ingresando por lo menos 500 metros hasta la zona céntrica. En algunas partes el agua llegó cerca de los dos metros, inundando un territorio que, según la encuesta Casen, posee un 13% de pobreza.
“Estábamos esperando en la calle cuando escuchamos como llegaba el río. La distancia entre nosotros y el río ya no era de un kilómetro, sino de 20 metros. Corría con mucha fuerza, y era impresionante escuchar a los animales gritar porque se los llevaba el agua; la gente tratando de rescatarlos”, cuenta Pizarro. “Es una imagen bien impresionante. Un recuerdo sonoro también, tener en la cabeza el grito de los animales desesperados. Tú te das cuenta de lo que sucede, no lo puedes comprender, pero lo entiendes”.
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Licantén es una de las comunas que el sistema frontal dejó más afectada: su hospital y comisaria quedaron inundadas. De hecho, fue una de los sitios seleccionados por el Presidente Gabriel Boric para visitar el terreno dañado por la última catástrofe meteorológica.
“Finalizamos un recorrido duro por el Hospital de Licantén acompañados por el director y los funcionarios, y el desborde del río Mataquito inhabilitó completamente el hospital. Afortunadamente, gracias a la oportuna advertencia, se pudo hacer la evacuación a tiempo”, expresó el Mandatario cuando llegó al lugar.
Pero, si bien la Región del Maule fue una de las más afectadas por las intensas lluvias que trajo consigo la llegada del fenómeno del Niño a nuestro país, no fue la única.
Según el último informe Senapred – entregado el 30 de junio -, el sistema frontal ha dejado 2 personas fallecidas, 2 desaparecidas (reportadas como presuntas desgracias ante la policía); 21.673 damnificados, 1.651 albergadas y 6.575 aislados. Además, la cuantificación de daño a viviendas registra 1.623 destruidas, 3.059 con daño mayor y 4.064 con daño menor.
Respuesta de Estrés agudo: el instinto de supervivencia humano
Según datos de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) se registraron un total de 6.947 incendios forestales en la época estival, algunos de mayor devastación que otros, y ninguna con las características de lo ocurrido en la zona sur este verano. Chile es conocido por ser un país sísmico – teniendo el récord del terremoto más grande registrado en la historia de la humanidad (Valdivia, 1960) -, por lo que sismos y tsunamis también se encuentran marcados en su historia. Por último, su variado clima crea emergencias climáticas de diversa índole, desde prolongadas sequías a aluviones producto de intensas lluvias.
El país es conocido por sus catástrofes, pero también por su voluntad de levantarse ante ellas.
La psicóloga Alejandra Rossi, Directora del Magíster en Neurociencia Social e Investigadora en Laboratorio de Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad Diego Portales, explica y analiza el imaginario del chileno que se levanta ante la adversidad. “Ante desastres naturales, lo que se gatilla es una respuesta de estrés agudo, significa básicamente que lo que uno va a pensar o lo que primero se presenta es la supervivencia, es cómo sobrevivir a esto. Es la primera reacción”, comenta.
Esta reacción fisiológica es la que actúa como mecanismo de defensa ante alguna situación percibida como amenazante o que requiere de mayor demanda de energía. Es, por lo tanto, un mecanismo de supervivencia que ha servido al humano para defenderse y sobrevivir a la adversidad. “Básicamente, es el superpoder que tenemos”.
Sin embargo, esta respuesta es de corto plazo, y en el caso de la reacción posterior a algún tipo de catástrofe como las ocurridas en Chile va a depender del individuo y su círculo de apoyo. “El fondo, es la historia de interacciones y la historia personal, la que modula la manera en que uno va a reaccionar ante este estrés grande como es, por ejemplo, un desastre natural”, especifica Rossi.
Pero la historia compartida de vivir en un territorio que se mueve constantemente también prepara la reacción humana, “No necesariamente hace que en el minuto cuando uno le toca esto sea más fácil, pero sí, yo creo, que da algo de confianza. Por ejemplo, saber cómo se mueve el país a nivel sistémico frente a las catástrofes”, específica la psicóloga.
No es solo la respuesta estatal la conocida por la ciudadanía, sino la de los mismos chilenos y chilenas que frente a emergencias a lo largo y ancho del país. Pareciera existir un imaginario del “chileno solidario” que se consolida en eventos como las ediciones anuales de Teletón u ocasiones especiales, tales como “Chile Ayuda a Chile”, campaña que buscó reunir dinero para reconstruir el país luego del terremoto que afectó a la zona centro sur en febrero de 2010.
Si bien no pareciera existir una claridad des inicios de esta imagen autoimpuesta por la ciudadanía, si existen comentarios al respecto. “Yo creo que existe la idea a nivel social de que las personas en Chile son solidarias porque reaccionan bastante rápido, moviendo o movilizando recursos” lo, comentó la especialista en neurociencia social, “creo que debido justamente a que tenemos tantas anécdotas de desastres naturales, terremotos, etcétera, que esto se ha ido viendo con el tiempo. Ahora habría que preguntar a los afectados si esta ayuda es suficiente”.
Fotografías de damnificados producto de incendios forestales en Santa Juana
El cielo se convirtió en fuego: incendio forestal en Santa Juana
Desde el 30 de enero de 2023 se extendió una ola de calor por gran parte del país, lo que generó las condiciones ideales para el desarrollo de incendios forestales en la región centro meridional del país. El fuego originado principalmente por acción humana, asistidos por varios años de deficiencia hídrica y veranos con récord de temperaturas altas, los cielos de la zona sur se convirtieron en rojo y la ceniza llegó a ciudades que estaban separadas por kilómetros de los incendios forestales.
Con múltiples focos entre las regiones de O’Higgins y Los Lagos, centrándose con mayor gravedad entre el Maule y La Araucanía, se registraron al menos 406 eventos individuales, varias docenas de “incendios de alerta roja” que a la fecha afectaron cerca de 450 mil hectáreas. Como consecuencia, fallecieron 26 personas y cerca de 8.000 resultados afectadas por la pérdida de viviendas o medios para vivir.
Lorena Rifo, asistente de aula en San Pedro de la Paz, no se vio afectada directamente, pero su familia sí. Los tíos de su marido vivían en un terreno en Santa Juana, comuna rural de la región del Biobío que tomó notoriedad por la magnitud del fuego a las viviendas de sus pobladores.
“Nosotros empezamos a enterarnos por las noticias que los incendios venían en Nacimiento (comuna cercana). Mi cuñado viajó el viernes a las tres de la mañana al campo para ver a nuestros tíos, y se quedó en el incendio. Intentaron prevenir que las llamas se llevara la casa, tirando agua sobre el techo, hasta que llegó el fuego. Se quemó por completo”, relata Lorena sobre aquellos días donde la incertidumbre era un sentimiento común en la zona.
La evacuación también fue complicada, porque como muchos vecinos, los tíos de ella no querían abandonar su casa. Ambos sobre los 80 años, habían construido un hogar que se vio amenazado por el fuego que avanzaba sin temor hacia ellos.
“No querían salir, irse de su casa. Mi cuñado les dijo ‘todo esto se recupera’, y entonces un nieto se los llevó. Todo el tiempo estuvieron escapando del fuego, estaba por todos lados. Además, que, a su edad, ver que tenías todo y perderlo es fuerte. Yo creo que para cualquiera”.
La recuperación tampoco fue sencilla. Profundo pesar había en los adultos de tercera edad que se habían quedado sin nada, y que solo logró irse progresivamente a medida que reconstruyeron su hogar. “En los primeros días nosotros lo veíamos, era pura cara de angustia el tío Carlos. Y ya cuando empezó la reconstrucción, al ver el cambio y la casa, comenzó a mejorar. Pero su señora fue más allá”.
A la tía de Lorena ver su hogar transformado en cenizas tocó fibras más sensibles que ni la reconstrucción ha podido reparar del todo. Tuvo que conseguir ayuda psicológica y aun se encuentra tomando medicamentos para lograr sanar las consecuencias del trauma de perderlo todo.
Para Lorena, en cambio, la respuesta inmediata se dio casi de forma natural. En su iglesia comenzaron a organizarse para ayudar a su familia en la reconstrucción y en entregarle las cosas que necesitaban en primera instancia. Esto lo vio repetirse en otros vecinos de Santa Juana.
“Cuando comenzaron los incendios, nuestros amigos de la iglesia nos dieron ropa, alimento, útiles de primera necesidad, cosas de aseo para llevarle a nuestros tíos Carlos y Bety. Después de eso, han sido las mismas redes de vecinos las que han ayudado”, explica Lorena. “Eso es lo que tienen los campos, donde sea que pasa algo, allá están todos listos para ayudar”, enfatiza.
Actualmente, Carlos y Bety viven en una especie de mediagua, lo suficientemente grande para tener su cuarto propio y sus cosas a salvo, pero esto tampoco fue sencillo. Un día preparaban el almuerzo, Lorena y su familia también se encontraban en la casa de Santa Juana, cuando las vigas del suelo se hundieron.
Ahora la casa tiene dos techos, como explica Lorena, e incluso con toda la lluvia la casa no se vio dañada otra vez.
¿Cómo recuperarse de un trauma así?
Según la Psicóloga Alejandra Rossi, la recuperación frente a catástrofes naturales de este tipo va a depender de cada individuo. Pero si existe una necesidad primordial que debe ser entregada por organismos estatales: primeros auxilios psicológicos.
“Hay que reconocer que no hay cómo estar preparado para esto, y que quien está ahí está para dar este tipo de apoyos. Uno está ahí, en el fondo, para acompañar”, argumenta Rossi. “El concepto de compañía es muy importante, ya que muchas veces ésta no tiene que ser la solución; muchas veces no hay una respuesta concreta o inmediata al problema que tenga la persona, pero sí que la persona sienta que está acompañada en el minuto”, agrega la especialista.
Reconstrucción hogar de Carlos y Bety en Santa Juana
En tanto, a Gabriel Pizarro, dueño de una panadería en Licantén, Región del Maule, le queda un camino largo por delante. Si bien no fue uno de los que perdió todo en las inundaciones de su comuna, si se vio afectado: casi toda su maquinaria, su fuente de trabajo, se arruinó por el agua y su negocio continúa rodeado de barro, huella y recuerdo de que el río estuvo ahí.
A pesar de todo, Pizarro prefiere ver las cosas desde una perspectiva lo más optimista posible. La principal tarea estos días ha sido de limpieza y catastro del daño provocado por las lluvias. “Lo que siento en este momento es solamente tener garra y fuerza para salir adelante y ayudar en lo que pueda”, expresó con rotundidad, pensando y elaborando planes para ayudar a la pequeña comunidad que, en medio del temporal, se asistió entre sí en la medida que pudieron.