Opinión: Hablemos de suicidio, podemos marcar una diferencia
Una columna de opinión escrita por la Dra. Ximena Aguilera Sanhueza, Ministra de Salud; Andrea Albagli Iruretagoyena, Subsecretaria de Salud Pública; Dr. Osvaldo Salgado Zepeda, Subsecretario de Redes Asistenciales.
Todas las personas vivimos momentos emocionalmente complejos. Sentir una tristeza profunda, sentir ansiedad al anticiparse a algún escenario complicado, angustia de una pérdida, desesperanza de una expectativa insatisfecha, o la sensación de soledad. Puede ser cualquiera de estas u otra experiencia de dolor, pero lo cierto es que a todos nos pasa en nuestra vida. En algunas ocasiones, esta afectación se puede agudizar, transformándose en un trastorno que requiere y tiene tratamiento. Uno de ellos, en su manifestación más dolorosa, es el suicidio.
El fenómeno del suicidio consiste en un continuo, que va desde la presencia de ideas inespecíficas de muerte, a la planificación suicida y la conducta de autolesión. En Chile (Encuesta Nacional de Salud de Chile 2016-2017), 10,7% de la población reporta haber pensado seriamente en el suicidio alguna vez en su vida, 3,9% indica haber hecho un plan para aquello, y 4% en algún momento lo intentó.
En todas estas mediciones, las cifras son mayores en mujeres que en hombres. Sin embargo, las diferencias por sexo se revierten cuando observamos las muertes por suicidio, donde la relación de hombres a mujeres es de 4 a 1. Específicamente en el caso de los hombres, la mortalidad por suicidio aumenta con la edad, elevándose desde los 70 años, alcanzando los valores más altos a nivel poblacional.
También hay cifras que, sin ser estadísticamente comparables, nos permiten tener una noción de la diferencia abismal de riesgo según identidad de género. En contraste con el 4% de la población en Chile que declara alguna vez haber intentado suicidarse, esta cifra asciende a 56% en la población Trans. Esto se puede entender, entre múltiples factores, por el estrés de las minorías, que se constata en la mayor exposición que tienen las diversidades sexo genéricas a vivencias de violencia y discriminación.
Además, es importante destacar que los pensamientos de muerte son mayores en personas con menor nivel educacional en comparación con aquellos con más años de educación.
Ante esta situación, todos podemos hacer algo. Lo primero es hablar. Las dificultades de salud mental tienden a estar envueltas en un manto de silencio que nace desde el temor a ser estigmatizados. Erróneamente, frases como “está exagerando”, “está manipulando con suicidarse” o “tienes que ser más fuerte”, le asignan una cualidad de voluntariedad a la experiencia de dolor psíquico, atribuyéndole una debilidad de carácter a quienes lo experimentan. Esto, además de ser equivocado, es dañino, porque inhibe la búsqueda de ayuda que puede, literalmente, salvar una vida.
Hay también algunas señales de alerta a las que podemos estar atentos: hablar de deseos de morir, manifestar sentirse una carga para los demás, sentimientos de desesperanza, aislarse de otros e incurrir en conductas de riesgo. Si tú, o alguien cercano a ti, manifiesta algunas de estas señales, tómalo en serio y busca un espacio para conversar.
Sabemos que la confidencialidad ayuda a abrir una conversación, por eso hemos dispuesto como Gobierno una línea de prevención del suicidio atendida por expertos de salud mental que pueden acompañar a todo quien esté pasando por un momento de crisis. La línea es confidencial, gratuita, funciona las 24 horas del día y durante todo el año.
Si crees que lo necesitas, o alguien cercano a ti, llámanos. Hablemos. No estás sola, no estás solo. Puedes marcar una diferencia marcando el *4141.