¿Podrá un proyecto de ley que busca prohibir la pesca de arrastre salvar a la merluza?
Un proyecto de ley busca prohibir la utilización del arrastre para capturar merluza común. Este controvertido arte de pesca ha sido restringido en varios países y en algunos prohibido, como es el caso de Costa Rica, debido a sus impactos sobre los ecosistemas marinos.
Escrito por Michelle Carrere / Mongabay Latam
El parlamento chileno discute ahora mismo un proyecto de ley para prohibir que la merluza común (Merluccius gayi gayi) —el pez que más consumen los chilenos y una de las pesquerías de mayor importancia para el país— sea capturada mediante el método de arrastre.
Este arte de pesca es considerado uno de los más dañinos para los ecosistemas marinos. Como explica Liesbeth Van der Meer, directora de la ONG Oceana, “es como una gran muralla, una malla del porte de una cancha de fútbol, que tiene pesos y que va arrastrando el fondo marino como un arado”.
En 2014, la merluza fue declarada agotada y desde entonces, si bien logró recuperarse un poco, se encuentra sobreexplotada, indica la Subsecretaría de Pesca. El objetivo del proyecto de ley es que la ‘pescada’ —como se conoce popularmente a esta especie— logre recuperarse de su estado crítico.
El deteriorado estado de salud de las poblaciones de merluza no es solo un problema ambiental sino también social y económico para Chile. Alrededor de 10 000 pescadores artesanales viven de la pescada y a su vez la pesca industrial genera más de 1000 empleos directos —entre embarcaciones y plantas de procesamiento— y más de 2700 empleos indirectos, asegura Macarena Cepeda, presidenta de la Asociación de Industriales Pesqueros (ASIPES).
Todos los sectores, tanto la industria como los pescadores artesanales y las entidades reguladoras de la pesca en Chile, coinciden en que es necesario tomar medidas para que el recurso logre recuperarse. Sin embargo, no todos están de acuerdo en que la prohibición de la pesca de arrastre sea una buena idea.
Según Cepeda, la principal causa del estado actual de la merluza no es la pesca de arrastre sino la ilegal que se estima entre las 32 000 y 45 000 toneladas anuales. El temor de la presidenta de ASIPES es que con la aprobación de la ley, el sector industrial se vea forzado a cerrar sus operaciones y que miles de puestos de trabajo se pierdan.
La pesca de arrastre
La pescada o merluza es una especie demersal, es decir, que nada muy cerca del fondo marino. Es por esa razón que los barcos industriales utilizan el arrastre para capturar este pez. Los artesanales, en cambio, utilizan espinel que es una larga línea de anzuelos y también enmalle.
Liesbeth Van der Meer explica que el sistema de arrastre no discrimina y remueve diversas especies en grandes proporciones mientras va “arrasando el ecosistema bentónico”, es decir, aquel que se encuentra adosado al fondo marino. Según la experta, esto impacta a su vez otros ecosistemas ya que “entre todos se necesitan los unos a los otros para sobrevivir”.
La experta asegura que numerosas expediciones realizadas por Oceana demuestran que los fondos marinos no son solo arena, uno de los argumentos de la industria para defender la utilización de la pesca de arrastre. Por el contrario, según señala un informe de la ONG, “se ha demostrado que estas estructuras (los fondos marinos) son importantes para el proceso de asentamiento y que proveen refugio contra depredadores para muchas especies de importancia comercial”, y que al ser alteradas tras el paso de la red, se pueden incluso generar efectos secundarios sobre otras pesquerías.
Un segundo informe de Oceana, que aún no ha sido publicado y que reúne información de unas 60 investigaciones científicas, agrega que “la perturbación física generada sobre el suelo marino puede provocar ‘resuspensión’ de importantes cantidades de sedimentos” y cambios en la textura de los mismos, y que estos cambios, sumado a la modificación de la topografía del suelo marino, “pueden alterar los procesos de intercambio químico modificando los flujos de nutrientes, productividad primaria y materia orgánica que en su conjunto repercuten en el funcionamiento del ecosistema”.
Por último, el informe asegura que estudios científicos han reportado disminuciones en la biodiversidad, modificación en la composición de especies y estructura comunitaria bentónica además de reducción en la abundancia y tamaño corporal de los organismos.
Macarena Cepeda, sin embargo, asegura que la pesca de arrastre que se practica en Chile tiene un alto nivel de selectividad, es decir, que no afecta a otras especies ya que más del 98 % de lo que se pesca es merluza. Según la representante de ASIPES esta selectividad está dada por la tecnología que se ha ido implementando en las redes. “El diseño incorpora mallas cuadradas que no se estrangulan cuando realizas la operación de pesca … y rejillas de escape”, señala Cepeda. Esto último, asegura, disminuye considerablemente la extracción de otras especies que no son la merluza y también la captura de peces demasiado pequeños. Por eso, en opinión del sector industrial, el proyecto de ley que hoy se discute no tiene un buen sustento.
De hecho, Cepeda agrega que en Chile las pesquerías de “langostinos, camarones y merluza austral ya están certificadas bajo el estándar MSC (Marine Stewardship Council) y todas se desarrollan con la pesca de arrastre”. Dicho estándar certifica que el método de captura se desarrolla de manera amigable con el ecosistema.
Las diferencias de opiniones en torno al proyecto de ley se dan debido a que “no hay información respecto del impacto que ha tenido la pesca de arrastre durante todos estos años en que ha operado”, indica Valesca Montes, encargada de pesquerías del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). La experta precisa que no existe un análisis de un antes y un después de las operaciones de arrastre, “solamente tenemos un después”. Por lo mismo, agrega que “es muy difícil hoy día poder establecer cuál ha sido el real impacto (de este arte de pesca en el océano).
Peces demasiado pequeños
Para que una merluza sea considerada madura debe medir al menos 37 centímetros, de lo contrario es considerada un juvenil. Si el pez alcanza esta talla, significa que ya ha desovado por lo menos una vez y que su captura no impactará de manera negativa a la población.
Es por ello que el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP), el organismo científico encargado de generar información biológica para que la Subsecretaría de Pesca pueda establecer un correcto manejo de las pesquerías, señala en un informe que “es deseable que la captura esté compuesta en un 100 % de ejemplares maduros”, aunque precisa que la talla óptima es entre los 44 y 48 centímetros. Además, agrega que entre el 30 y el 40 % de los pescados debería ser megadesovantes, es decir, de un tamaño superior a los 48 centímetros.
Macarena Cepeda asegura que la industria no captura juveniles. La presidenta de Asipes precisa que eso es posible por el diseño ya descrito de las redes y porque “la tecnología (de ecosondas) que utiliza la pesca industrial permite también identificar las tallas de los cardúmenes”. Asimismo, agrega que “por un tema comercial se busca siempre tallas grandes y peso suficiente para poder realizar todo el proceso asociado al consumo humano” ya que, en efecto, el producto más rentable es la merluza en filetes congelados, asegura Cepeda.
Según el IFOP, sin embargo, desde hace más de una década las capturas realizadas tanto por la industria como por el sector artesanal no alcanzan las tallas óptimas. Entre el 2004 y el 2016, las capturas se mantuvieron por debajo de los 37 centímetros, y aunque entre 2017 y 2019 el panorama mejoró sustancialmente —ya que la talla media de las capturas industriales alcanzó los 40,8 centímetros— “los valores aún están por debajo de las recomendaciones de la literatura para un stock saludable”, precisa el informe.
Van der Meer explica que el análisis de los gráficos publicados en el informe del IFOP muestran que entre 2017 y 2019 la cantidad de juveniles capturados pasó de un 70 % a 50 %. Sin embargo, en una pesquería sana ese porcentaje “debería ser como mucho un 25 %. Eso diría la literatura”, precisa la experta.
Además, según el informe de IFOP los individuos de talla óptima bordean solo el 30 % y los megadesovantes representan escasamente el 10 % lo que tampoco se condice con una pesquería sana.
En definitiva, tal como dice la última evaluación científica de los stock de merluza común, el recurso “probablemente estaría en una etapa incipiente de recuperación. No obstante, se debe tener presente que el stock aún está en una condición muy desmejorada” por el hecho de que “su estructura etaria aún se sustenta en grupos juveniles”.
A pesar de que la ciencia ha precisado cuál es la medida que deberían tener las merluzas que son capturadas para asegurar la salud de las poblaciones, esta pesquería no tiene una talla mínima de captura. “Estuvimos incentivando durante harto tiempo a que se estableciera”, cuenta Valesca Montes de WWF. Sin embargo, “la respuesta de la parte técnica de la institucionalidad fue que como (la merluza) se capturaba con redes de arrastre era imposible establecer una talla mínima porque si no (los barcos) no podrían operar”. En opinión de Montes, este poco resguardo en término de selectividad ha influido en que el proceso de recuperación de la merluza sea más lento.
Sin embargo, la experta precisa que la prohibición del arrastre no solucionará la pesca ilegal, otra de las causas de la sobreexplotación del recurso y, en opinión de la industria, la principal. “Si tú retiras el arrastre hay un impacto positivo en el medio ambiente por un tema de lógica de operación. Sin embargo, si tú piensas en cómo desincentivar la pesca ilegal, yo creo que tiene que ver con mayor equidad en las cuotas de pesca”, dice Montes.