Natalicio de Gabriela Mistral: Pensamientos de la poeta que siguen vigentes
El 7 de abril de 1889 nació Lucila Godoy Alcayaga en Vicuña, Valle del Elqui; pero fue conocida globalmente como Gabriela Mistral. Poeta, profesora, diplomática y pedagoga, ganó el Premio Nobel de Literatura en 1945, convirtiéndose en la primera mujer iberoamericana y segunda persona latinoamericana en hacerlo.
Su seudónimo lo comienza a utilizar en 1941, cuando triunfa en el concurso de literatura de los Juegos Florales de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en el cual participó con “Los sonetos de la muerte”. El nombre es un homenaje a sus dos poetas favoritos: Gabriele D'Annunzio y Frédéric Mistral.
Las palabras que escribió Mistral, tanto en verso como en prosa, son recordadas y enseñadas en todo Chile, a veces dejando de lado aspectos de la propia poeta que podrían incomodar. Su relación con Doris Dana, que dejó rastro en innumerables y cariñosas cartas compartidas entre ambas, y los lazos que estableció mientras trabajó como diplomática y pedagoga son ejemplos de aquello.
Compartió su opinión respecto a múltiples temáticas a lo largo de su vida, estableciendo amistad con importantes figuras globales y nacionales: el feminismo de la época, comunismo, reformas educacionales, ingreso de la mujer al trabajo, son algunos de los temas de los cuales escribió o habló públicamente.
Con motivo del natalicio n° 135 de Gabriela Mistral hacemos un repaso de algunos análisis que hizo la poeta durante su vida, y que décadas después continúan vigentes.
El feminismo de Gabriela Mistral
Gabriela Mistral vivió en un siglo de cambios: movilizaciones para lograr el sufragio femenino y el ingreso paulatino de las mujeres a diversos mercados laborales, con las respectivas transformaciones que aquello significó para el rol de la mujer en la sociedad.
Sin considerarse feminista, en su obra más política Mistral se refirió a las luchas de sus pares intelectuales por el reconocimiento en la sociedad moderna y aportó una mirada crítica a las discusiones vigentes.
Por ejemplo, cuestionó la celebración del ingreso al mundo laboral, pues la realidad de las mujeres de sectores populares quedó fuera de los planteamientos feministas. Según expresa la poeta, las mujeres más pobres trabajaban desde pequeñas en condiciones cuestionables, en lugares alejados de las grandes ciudades.
Estas experiencias, según explicó Mistral en sus múltiples escritos, fueron invisibilizadas por el feminismo de su época, por lo que éste no podía ser considerado un movimiento integrador.
En 1925 publicó en el diario El Mercurio “Organización de las mujeres”, columna donde analizaba el rol de las sociedades femeninas y criticaba el feminismo de la época por la lejanía que tenía con la realidad de las mujeres pobres.
“El feminismo llega a parecerme a veces, en Chile, una expresión más del sentimentalismo mujeril, quejumbroso, blanducho (…)”, expresó en el escrito, “Mucha legitimidad en los anhelos, pureza de intenciones, hasta un fervor místico, que impone el respeto; pero poca, ¡muy poca! cultura en materias sociales”.
En la columna aboga por una organización más variada, que incluya una variedad de círculos femeninos. Y si el movimiento no lograba mayor representatividad, Mistral no se mostraba muy optimista: “Elija, pues, un puñado de mujeres llenas de voluntad cívica, y vaya haciendo con ellas la unificación del feminismo, que mientras este sea como la hierba rala del campo, se secará sin haberse sustentado”.
De esta forma, el pensamiento de la Premio Nobel distó del concepto de «feminismo» que comúnmente se aplicaba en su tiempo. Según explica el Museo Gabriela Mistral de Vicuña, su feminismo "se puede observar desde dos perspectivas, aquélla que manifiesta, claramente, la visión de una mujer explotada y sometida por una sociedad esencialmente machista, y la de la mujer carente de potencial físico del hombre, para desarrollar ciertos trabajos" (Zegers, 1998:7).
Mistral consideró que las condiciones laborales pasaban por alto las tareas que tradicionalmente habían desarrollado las mujeres, como el cuidado del hogar y la crianza de los hijos.
En la primera Convención Internacional de Maestros realizada en Buenos Aires en enero de 1928, Mistral presentó una ponencia donde defendió el derecho del niño a la educación maternal:
De esta forma, Mistral no formó parte de las luchas que buscaban la igualdad de géneros, sino que criticó el proyecto de desarrollo fundado en la productividad al que se plegaron algunas de las demandas feministas.
Sin embargo, la poeta consideraba que habían oficios de naturaleza femenina y masculina, considerando que los oficios más pesados y los que requerían mayores capacidades intelectuales debían ser realizados por hombres, mientras que las mujeres podrían hacerse cargo de actividades acordes a su naturaleza femenina, como la enseñanza y la enfermería.
El ingreso de la mujer a oficios industriales trajo la independencia económica para las mujeres, pero la escritora chilena consideró que esta incorporación significó también "cierto desasimiento del hogar, y, sobre todo, una pérdida lenta del sentido de la maternidad" (Mistral, 2005 [1923]: XVI).
Gabriela Mistral creyó indispensable reconocer y valorar la diferencia de los sexos en la organización de la sociedad, planteamiento contrario al de sus pares.
Refiriéndose al Congreso Internacional Feminista realizado en París en 1926, en el que una representante manifestó su oposición a los beneficios otorgados a las madres:
"Es todo un síntoma de estos tiempos el que [...] haya salido de boca de mujer (y de una ilustre mujer representativa) la proposición que dio la prensa francesa de que «debían abolirse una a una las leyes que, concediendo algunos privilegios a la mujer en el trabajo, le crean una situación de diferencia respecto del hombre». Esta proposición, de un absurdo que supera todo objetivo, comprende la supresión de la llamada «ley de la silla» la supresión de la licencia concedida a la obrera un mes antes y otro después del alumbramiento, etc. La proponente estimaba que, si la mujer esquiva cualquier carga masculina, disminuye a la vez su derecho al voto y a otras preeminencias legales del hombre. Sus partidarias hablaron de «justicia matemática», de «lógica pura» y de otras zarandajas" (Mistral, 1998 [1927]: 45).
Distanciándose del pensamiento de sus pares de la época, Mistral hablaba del derecho a respetar la maternidad, propuesta que en la actualidad se traduce en diversos beneficios sociales y laborales a los que tienen derecho las madres trabajadoras.
Mistral y el trabajo
Gabriela Mistral solía decir que no le gustaba la política, pero opinaba continuamente sobre los sucesos que estaban pasando en el mundo e intercambiaba cartas con importantes políticos - presidentes y ministros.
En 1933, apenas nombrada cónsul, escribió desde Madrid: “Creo que el ensayo del comunismo es útil a la humanidad. Nivelar los derechos y abolir muchos privilegios es necesario, muy necesario. Producir y suprimir lo superfluo es un deber social […]” (La Libertad, Madrid, 21.7.1933).
Durante su permanencia en México escribió: “Se ha murmurado de mí en el sentido de que, por conveniencias de dinero, yo me alquilo a un gobierno bolchevique. […]. En cuanto al bolcheviquismo del país, se trata sencillamente de una maldad. El gobierno es de un tipo parecido al socialista francés, en algunos estados solamente”. (Carta a Pedro Aguirre Cerda, México, 1.1.1923).
Mistral fue contratada por el gobierno mexicano, a pedido del ministro de Educación José Vasconselos, para conformar un nuevo sistema educativo que se mantiene en esencia y al cual le han hecho pocas reformas.
Entre los años 1910 y 1954, Mistral escribe más de 25 textos relacionados con el trabajo, ya sea en sus poemas, artículos o conferencias, en los cuales expone sus ideas sobre los oficios y las profesiones, la ética laboral, el deber de los intelectuales y la justicia para los trabajadores.
Centra especial atención en el trabajo infantil y la mujer del campesinado, en los cuales evidencia las desigualdades y apela a las injustas condiciones en las que se desarrolla su trabajo.
En 1919 escribió, desde Punta Arenas, escribió "Nuevos Horizontes en favor de la mujer", donde entrega su opinión respecto a la paridad de sueldos: "Lo único que habría que pedir, es que cuando estas ocupaciones sean desempeñadas por mujeres, los patrones paguen los mismos sueldos de cuando eran disfrutadas por los hombres. Porque pasa al respecto algo curioso, que constituye, en el fondo, una injusticia y una inequidad: cuando una mujer ocupa un puesto que antes era desempeñado por un hombre, en el acto disminuye el sueldo".
En 1927, cuando ocupaba el cargo de Secretaría de La Liga de las América, actual ONU, escribió "Grandeza de los oficios" (1927), donde aboga por la probidad: "quien cojee en su profesión, cámbiela, sencillamente, pero hínquese en otra donde pueda alcanzar el último tramo y ser probo, partiendo de su oficio como de un centro".