Juan Cristóbal Peña y los vestigios de Álvaro Puga: “No es una figura cómoda para los civiles que siguen apoyando la dictadura”
Álvaro Puga parece ser una figura escondida dentro de la derecha chilena. Su nombre resuena entre los cientos de culpables por violaciones a los Derechos Humanos, pero no es tan reconocible como, por ejemplo, Jaime Guzmán, la otra esquina de los civiles durante dictadura. Pero no fue cualquier hombre, y su historia recién está empezando a revelarse.
Juan Cristóbal Peña estaba realizando la investigación para la publicación de su libro “La secreta vida literaria de Augusto Pinochet”, y tras una serie de entrevistas con Puga el ideario de la dictadura decidió impresionarlo. Dos maletas se necesitaron para trasladar los 166 documentos secretos: algunos iban directamente a Augusto Pinochet, otros eran encargos de la Central Nacional de Informaciones (CNI), que además de tareas represivas tenía una agenda política y comunicacional propia.
El Primer Civil de la Dictadura. Los Archivos Secretos de Álvaro Puga es un proyecto multimedia realizado por la revista Anfibia Chile y la Universidad Alberto Hurtado, en alianza con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Consiste en la liberación de documentos de inteligencia elaborados por el propagandista y asesor de los servicios represivos de la dictadura Álvaro Puga Cappa en los años setenta y ochenta.
En una conversación exclusiva con Súbela News, el periodista Juan Cristóbal Peña reflexiona sobre las operaciones de terror psicológico y la responsabilidad civil en las violaciones a los Derechos Humanos.
Un funcionario del infierno
En noviembre de 1997, y para sorpresa de los jurados, el nombre que aparecía al interior del sobre sellado fue Álvaro Puga, y daba cuenta del ganador de la novena versión del concurso de dramaturgia Eugenio Dittborn, de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Según explica uno de los reportajes publicados en Revista Anfibia, además de propagandista, columnista, cerebro de operaciones psicológicas y colaborador de la policía política de Pinochet, “ahora Puga era dramaturgo y autor de una obra de humor negro contigente que a juicio del jurado contenía “una estructura dramática muy interesante, que plantea varios ejes argumentales” y “constituye una metáfora del infierno, a través de pesadillas recurrentes y kafkianas donde se critica la sociedad chilena actual”.
Titulada “Un funcionario en el infierno”, fue un escándalo que primero se vivió a puertas cerradas, entre los jurados de un concurso al que se participaba con seudónimo, y que luego se amplió al mundo de la dramaturgia. ¿Cómo podían darle un primer lugar a quien estaba detrás de ese oprobioso titular del diario La Segunda que rezaba “Exterminados como ratones”? .
“La académica Inés Stranger, una de las integrantes del jurado, recuerda que la obra estaba escrita en registro satírico y parecía más una crítica a la dictadura que a la nueva democracia, como lo explicó después el ganador al diario La Segunda: una mirada crítica “de la burocracia, de la ineptitud de los empleados públicos y de la corrupción moral” de esos días. Stranger recuerda que no fue un veredicto unánime. Y como ninguno de los jurados había escuchado hablar del ganador, ni menos sabía lo que había hecho, no hubo reparos en otorgarle el primer lugar del concurso”. “Era lo que correspondía”, dice la académica a Revista Anfibia.
La ceremonia breve. “Una cosa muy incómoda”, recuerda el actor y director de teatro Ramón Núñez, también parte del jurado. Para asombro de los presentes, Puga asistió acompañado del general en retiro Humberto Gordon, que una década atrás había sido director de la Central Nacional de Informaciones (CNI) y miembro de la Junta Militar.
Puga es, sin duda, un personaje del que parece hay mucho que contar pero muy pocas discusiones abiertas.
Juan Cristóbal, ¿Quién fue Álvaro Puga?
Fue la primera persona sin uniforme que estuvo en el edificio de las Fuerzas Armadas redactando bandos militares. A partir de entonces, él cumple una función estratégica. Se convierte en un cercano al general Pinochet, a otros oficiales de Ejército, golpistas y a ni más ni menos que al director de la policía política, Manuel Contreras, que dirigió la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
Como el encargado de la oficina de asuntos públicos estaba a cargo de las comunicaciones de la dictadura, a cargo de cautelar las publicaciones de todo lo que aparecía en Chile y supervisar e informar sobre lo que se publicaba fuera del país. También estaba a cargo de la censura de prensa y de la generación de material propagandístico.
El personaje fue una suerte de ideólogo. En ese sentido, es una persona fundamental; fue un intelectual que le dio un discurso, le dio un sentido a la dictadura y también colaboró desde el lugar de los civiles que apoyaron la dictadura.
¿Cómo llegas a estos documentos secretos?
Estos documentos tienen su origen en una serie de entrevistas que hice con Álvaro Puga para un libro que estaba escribiendo en ese entonces, que es sobre los libros de Augusto Pinochet y sobre la formación académica que este tuvo previo al salto al poder.
En el contexto de estas entrevistas fue que Puga repentinamente, para impresionarme y para también dar cuenta de que había sido una persona importante, y ahora estaba olvidada y despreciada por incluso por su propio sector político, va a su estudio de trabajo y vuelve con una serie de archivadores que contenían los papeles que finalmente resultaron ser el origen de esta liberación de documentos, y los reportajes que incluimos en esta serie.
A partir de tus entrevistas personales con Álvaro Puga, ¿Cómo lo describirías?
Es un personaje sorprendente, literario incluso. Es alguien que tuvo mucha influencia en la dictadura, en los años 70’ de manera más visible y en los 80’ de manera más sumergida, siempre al alero de los servicios de represivos de inteligencia de la dictadura. En ese sentido es sorprendente, porque es alguien que no tuvo formación profesional ni académica; alguien que, él mismo lo dice, se forma y pule solo.
Operaciones secretas y campañas del terror
Aunque era autodidacta, Álvaro Puga se consideraba experto en propaganda y comunicaciones. También en campañas subliminales y operaciones psicológicas, un arma surgida en la Guerra Fría y sistematizada por la doctrina de guerra contrasubversiva francesa y exportada al mundo por las escuelas de Guerra Especial de Estados Unidos, según lo consignado por la Revista Anfibia.
En palabras de Juan Cristóbal Peña, estos “métodos de espionaje para conseguir información sobre lo que estaban tramando planeando y organizando los sectores de derecha, y sobre todo en los momentos más críticos de la dictadura que son la primera mitad de los años 80’”.
¿Cómo fue la relación de Álvaro Puga y Augusto Pinochet?
Desde las horas posteriores al Golpe de Estado se establece una complicidad entre ambos (Pinochet y Puga), una suerte de amistad. Puga se transforma en una persona bastante cercana a Pinochet, desde diferentes lugares. Comenzó como director de la Oficina de Asuntos Públicos, que veía asuntos de propaganda y Comunicaciones de la dictadura, donde también se incluyen las comunicaciones, lo que es la censura tanto de libros como de prensa.
Y su relación con Jaime Guzmán, el otro gran civil de la dictadura, ¿Cómo era?
En la relación de Puga con Jaime Guzmán es que ambos están en las antípodas de lo que fue el papel de los civiles en dictadura, si bien cumpliendo un rol bastante similar. Es más, en un principio el líder del gremialismo fue un subordinado de Puga que supo escalar y moverse muy hábilmente por los círculos de poder hasta convertirse en un asesor fundamental y lograr primero una alianza con lo que los Chicago Boys proponían.
Guzmán luego logró instalar a mucha de su gente, que muchos eran jóvenes provenientes de la Universidad Católica, logran alcanzar puestos clave del gobierno cuando se habla de una dictadura cívico militar. Bueno, las personas que quedan instaladas sin uniforme en los cargos administrativos son gente cercana principalmente a Jaime Guzmán.
¿Por qué se da esta especie de rivalidad?
Lo que hay ahí son luchas de poder, una suerte de guerra civil que se desata, sobre todo a partir de la crisis económica del año 82’. Fruto de esta guerra puede observarse un permanente ánimo conspirativo de ambos sectores por desprestigiar y por ganarse el favor de Pinochet, por llegar a influir en él y poder conseguir mayor influencia.
Respecto de las operaciones de terror de las que hablan los documentos revelados, ¿En qué consistía el plan?
Álvaro Puga fue la mente detrás de la Operación Colombo. Contactó a los directores y editores de medios impresos chilenos para que titularan, para que en el fondo fueran transmisores de un plan para simular un ajuste de cuentas de opositores chilenos que habían sido asesinados y hechos desaparecer, básicamente un montaje. Dentro de este montaje comunicacional Puga fue una figura fundamental. Eso está documentado por testimonios, investigaciones judiciales e investigaciones periodísticas.
¿Cuál es el rol de Puga en específico en estas campañas de terror?
Puga básicamente funcionó como asesor de la policía política de Pinochet, propuso planes de operaciones que él llamaba psicológicas u operaciones subliminales, donde básicamente lo que pretende es sembrar terror y mantener el control.
Es lo que Puga llama plan de acción psicológica para contrarrestar las protestas de ese período, y en particular una concentración que se hace en noviembre del año 83. Es sorprendente macabro, porque lo que está planteando ahí es una serie de acciones para criminalizar las protestas sociales. Algo que por cierto también puede resonarnos de épocas posteriores.
Y entre ellas está una propuesta de llevar a cabo la violación de una menor, de modo de criminalizar lo que era la manifestación; o también propone atentados a las vías del metro, una suerte de autosabotaje, o , entre muchas otras medidas, un atentado a Fantasilandia.
Relaciones de poder
Casi diez años después de que las Fuerzas Armadas asaltaran el Palacio de La Moneda, quebrantando la democracia, el país vivía una crisis económica sin precedentes desde 1929. Quiebra de cientos de empresas, intervención de la banca y entidades financieras y un desempleo que ese año llegó al 26%.
En los 166 archivos que fueron revisados para la liberación de estos documentos, se muestra como Álvaro Puga redactó cientos de informes políticos y de inteligencia. Informes que contienen discursos, detallan la rivalidad entre funcionarios civiles, la participación de informantes del gobierno y de la oposición, acciones psicológicas y de propaganda para sembrar terror y lograr la obediencia civil, la agenda política y propagandística de la CNI, la creación de noticias falsas.
Toda esta información fue una investigación exclusiva liderada por Juan Cristóbal Peña y Francisca Skoknic, y producida por Revista Anfibia y la Universidad Alberto Hurtado, en alianza con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos
¿Cuál es la relevancia de liberar los secretos de Álvaro Puga?
Puga fue un personaje completamente integrado a lo que fue la maquinaria que permitió funcionar en todas sus piezas, en todos sus mecanismos, y en sus 17 años a la dictadura, desde el primer día.
A través de contrastes de verificación, a través de fuentes vivas, entrevistas, documentos o bibliografías, me parece que contribuye a llenar un vacío sobre lo que fue el papel de la policía política de Pinochet, particularmente la CNI. La documentación del Centro Nacional de informaciones fue destruida a comienzos del 2000 por parte del Ejército, en una política completamente institucional.
¿Por qué es importante revelar y destacar estos archivos de la policía secreta?
Me parece que los archivos arrojan luz sobre un aspecto menos conocido de la dictadura y particularmente de su policía política; desde fines de los 70’ hasta los años 80’, donde siempre se ha visto a la CNI como un organismo esencialmente represivo, un organismo que reprimía opositores con métodos horrorosos, pero no era sólo eso.
La CNI también fue fue una organización financiada por fondos fiscales dedicada a generar propaganda política, a generar políticas dedicadas a influir, a lograr cargos de poder, lograr influencia a través de, por ejemplo, ciertas campañas comunicacionales que fueron organizadas y fueron llevadas a cabo por esta policía política.
A través de métodos como operaciones psicológicas pretendían influir en la población; teníamos por tanto a una policía que ya no solo persigue y castiga sino que se propone ser prácticamente un brazo político, un movimiento político.
¿La derecha civil conocía sobre lo que estaba ocurriendo?
Sí era de dominio entre los dirigentes políticos de la derecha que apoyaron esta dictadura, y hay una responsabilidad importante, no solo de quienes generaron esas acciones represivas, sino también hay una responsabilidad ligada al conocimiento; y de los actores civiles que apoyaban la dictadura no creo que ninguno se pueda mostrar tan sorprendido de quienes participaron en cargos de gobierno durante el régimen, es lo que dicen estos papeles.
¿De ahí el rol en la sombra de Puga?
Álvaro Puga es alguien que que se reconoce, y de alguna forma también se siente orgulloso de ser reconocido como alguien que no conoce límites morales para lograr su objetivo. No es una figura que resulte cómoda a los civiles que aún al día de hoy siguen apoyando a la dictadura, porque da cuenta de los métodos, de los recursos a los que echaron mano los servicios de inteligencia los servicios represivos de la dictadura para combatir a la oposición.
No se puede entender la dictadura sin la totalidad de sus piezas; aunque parte de la derecha haya renegado o haya procurado renegar de las tareas represivas o hayan sido en algún momento críticos de organismos represivos como la DINA o CNI. La dictadura no hubiera podido prosperar sin las tareas represivas que llevaron a cabo ambas instituciones políticas, que fueron fundadas en un marco de legalidad, incluso.
Las políticas neoliberales desde mediados de los 70 en adelante jamás hubieran sido implementadas si es que no hubiera sido en un marco del terror, en un marco represivo que llevaron a cabo la policía política del año 70 y 80.
En cuanto al rol de la prensa con la dictadura de Augusto Pinochet, ¿Cuál fue el rol operacional de Puga?
Hay un modo de entender lo que fue el papel de la prensa en esos años y de qué manera ésta dependió permanentemente del Estado para sobrevivir y para ejercer su labor. Estamos hablando de la prensa oficialista, y de qué manera se devolvió la mano de esos favores económicos a través de una cobertura indulgente y condescendiente.
Las políticas que se implementaron a lo largo de la dictadura jamás pudiesen haber sido implementadas de no ser por el papel de quienes hicieron el trabajo sucio; se necesitaban unos a otros, por tanto, creo que ahí hay pendiente una necesidad de reconocimiento sobre las complicidades que a veces no son tan directas, pero sí son funcionales a los crímenes, y en ese sentido la prensa es uno de los grandes responsables sobre los que no he oído una autocrítica.